Nueva York... En mis oídos resuena en un bucle infinito el estribillo de de la canción que Frank Sinatra dedicó a la capital del mundo... "New York, New York..." Estamos en Noviembre y hace frio, pero todo es maravilloso.
Recorremos las rutas trilladas que los millones de turistas recorren cada año, es una ciudad cosmopolita y pertenece un poco a todos, realmente me gustaría pasar un años sabático viviendo allí, entre sus rascacielos, puede que algún día lo intente, o al menos pasar unos unos meses.
Esta ciudad no duerme, no para nunca, es la meca del capitalismo y del ocio.
Los sentidos abrumados por los intensos estímulos continuos nos conducen a un estado de conciencia especial, alterada, es una pequeña catarsis, un síndrome de Stendhal de lo grande, lo imponente, lo hermoso... ¡Nos vemos tan pequeños! y un poco aplastados el poder que emana esta ciudad.
Central Park, el pulmón de la ciudad, entre las moles de hormigón, acero y cristal existe un sitio donde perderse y relajarse, un lugar donde descansar del mundanal ruido.
Y siempre omnipresente la bandera, esa bonita bandera que los une a todos y representa a una gran nación, y siento respeto y admiración por ellos.